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domingo, 19 de mayo de 2019

El cuento de Marta.



Hace poco leí un cuento en Internet.

Habla sobre una niña a la que su madre le regala un reloj para que no se retrase a a hora de cenar.
La madre le dice, "hija, ahora ya no tienes excusa para llegar tarde", y la hija se marcha tan contenta a jugar con su amiga.

Llega la hora de cenar y no llega.
30, 60, 90 minutos tarde y no llega, hasta que por fin, vuelve a casa.

Su madre le recrimina, "te regalé un reloj para que no te retrasaras en la cena y mira... hora y media tarde".
Su hija le responde, "es que a mi amiga se le ha roto la bicicleta, se ha puesto triste y me he quedado con ella"

La madre, arremete, "pues vaya, ahora no sabía que entendieras de bicicletas y que te quedaras con tu amiga arreglándola"
Pero su hija le contesta, "mama, no me he quedado con mi amiga para ayudarle con su bicicleta, me he quedado con mi amiga para ayudarla a llorar".

Ese apoyo familiar, esos amigos, esos que te dicen "tu tranquilo, que no pasa nada", "tu tranquilo, que aquí esta mi casa y mi familia", "tu tranquilo, que siempre me podrás llamar".

El apoyo de las personas que ayudan a personas, familia a familia, amigos a amigos y que es tan sumamente importante.

Que cuando decimos "cualquiera vale para tomar un café", hablamos de red social, pero cuando decimos, "tu tranquilo, que aquí estoy yo", hablamos de relaciones inmensamente más profundas, de relaciones íntimas, de esas que abrazan el alma.

Porque en este mundo estamos para ayudarnos. Porque somos personas que ayudamos a personas. Porque nadie te asegura que por muy bien que estés en el presente, necesites el apoyo de tu familia o de tus amigos en el futuro. Porque a la familia no se le da la espalda. Porque a un amigo tampoco. Porque el bienestar de tu ser querido, es tu bienestar, y eso te honra.

Y este es el cuento de Marta.


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