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jueves, 29 de noviembre de 2018

Acontecimiento familiar.-


Acontecimiento familiar.-

Mi padre, un maestro franquista, hace amistad con el Inspector de la zona.
Su clase, una clase unitaria sita en la huerta de Orihuela, carece de un sillón de maestro en buen estado y una chimenea de leña con la que calentar a los alumnos.
Mi padre decide comprar un sillón digno y hacer una chimenea para que sus alumnos, los cuales estudian con un único libro y tienen de 6 a 14 años, puedan estudiar con comodidad.
Él solo pretendía que a esos alumnos no los engañaran.
Que supieran de cuentas, de escritura y que supieran defenderse en la vida, frente a empresarios, jefes y patrones con pocos escrúpulos, dándole cuidado que no supieran que el Ebro pasaba por Zaragoza.
Lo probable es que nunca vieran el río Ebro y que nunca visitaran Zaragoza.
Pazos, que así se llamaba el Inspector, visita la clase unitaria y se quiere sentar en el sillón del maestro propiedad de mi padre y le dice que no se siente, que el sillón del maestro es el destartalado, el que tiene la gomaespuma fuera, que ese es el de la escuela y que allí es donde debe sentarse.
A partir de ahí, surge la amistad.
Treinta años después, Pazos viene a comer a mi casa de Torrevieja.
Mi madre lleva cocinando toda la mañana y ponemos la mesa… bajo el lema, “que no falte de nada”.
Una mesa de libro que se abría justo por el centro.
Con todo colocado y con Pazos a la mesa, el mueble cede por el centro y toda la comida cae a los lados.
Mi madre se apura.
Mi padre se ríe.
Pazos, denota normalidad.
Y mi padre nos invita a comer al restaurante, anotando la anécdota en el recuerdo, donde guardaba sus grandes historias divertidas que contar.
Una comida agradable, con una amistad forjada desde décadas y es que con mi padre, nada podía salir mal.


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