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miércoles, 26 de junio de 2019

Una señora.


Una señora.
Hoy he atendido a una señora de 87 años, invidente que no pertenece a la Institución donde trabajo, e inicialmente, la he atendido por hacerle un favor a una compañera de Servicios Sociales.

La señora vive sola, con un perro pequeño, pasa todo el día sola, pisa las cacas y el pis del perro al que quiere tanto y lo único que tiene es el Mengar a Casa (de lunes a viernes te traen la comida a casa) y una educadora que va los miércoles por la mañana que se llama Laura.

Me comenta que pasa todo el día sola.
Que ha solicitado una plaza en residencia de tercera edad, pero que no llega la plaza.
Que se desorienta en su casa y que se pone muy nerviosa.
Que se toma la leche fría porque no sabe utilizar el microondas.
Que a veces se acuesta a las seis de la tarde, porque no tiene compañía.

Hablando hablando, aparece un nieto de 28 años al que ella ha criado, porque su nuera falleció cuando su nieto tenía año y medio, y un hijo ya con cierta edad.

El nieto lleva su vida.
Trabaja montando ascensores.
No tiene tiempo de darle un paseo al día al perro de su abuela, sabiendo lo importante que es para ella.
No tiene tiempo de visitarla, ir al parque con ella, hacerle la compra, enseñarla a utilizar el microondas, ayudarla mínimamente con la casa.

Tb aparece la figura de su hijo.
Me ha dicho que no tiene mujer, que rara vez va a verla pero la verdad, no me interesaba esta historia.

Le he dado unas directrices a su educadora, Laura, una chica joven y muy motivada.
Le he mandado un enlace sobre trato con personas invidentes.
Le he hablado de marcar en relieve los botones del microondas y enseñar a la señora mínimamente a utilizarlo.
Le he hablado de marcar las puertas en relieve con cinta americana, una A de aseo, una H de habitación, una C de cocina y una S de sala de estar para que no se desorientara.
Le he hablado de barrer y fregar de forma ordenada todos los días el patio donde está el perro, arrastrando los pies, para no pisar sus deposiciones.

Hemos hablado de un centro de día.
Te recogen en un furgón, te llevan a una residencia, el horario es de 9 a 17h, pero allí tienes compañía, puedes participar en los talleres, te dan de desayunar y de comer, hay podólogo, peluquería, duchas adaptadas para personas mayores o discapacitadas, un médico, un servicio de enfermería y a las 17h, te llevan a tu casa.
Que lo ha pedido, pero que no llega la plaza.

Le he marcado un horario, donde se levanta a las 8h, hasta las 10h desayuna y hace las cosas de la casa, fregar el plato y el vaso de la cena, barrer y fregar la terraza donde está el perro de manera “ordenada”, de izquierda a derecha, de delante hacia atrás, de poner la lavadora (sabe manejarla), tender o recoger la ropa y doblarla.
Luego hemos hablado de comprar unos pedales por Internet.
De pedalear media hora, sentada, mientras escucha la radio.
Le vendrá bien para su ansiedad y distraerá la mente, con un poco de suerte.
A las 14h, el señor de Mengar a Casa le lleva la comida, se la calienta deprisa y corriendo porque tiene el furgón en doble fila.
Me ha dicho que es muy simpático y que le deja la comida caliente encima de la mesa.
De 16 a 18h, escuchará la televisión y dormirá un poquito en el sillón.
A las 18h visitará a su vecina, la que está enferma del corazón, la que está mayor, la que sale poquito a la calle…. Esa.
Y a las 20h, volverá a su casa, cenará algo frío y a las 22h se irá a dormir.

Y así, hasta que llegue la plaza, la de la residencia o la del centro de día.
Y así, porque su familia no se ocupa mínimamente de ella.
Y así porque tiene 87 años, esta ciega, la Ley de Dependencia es LENTA y no existen recursos de choque ante estas situaciones.

Se ha ido más contenta.
Le he regalado un llavero de publicidad de mi Institución pero le he dicho que no se lo dijera a nadie, que si se lo veían, todo el mundo iba a querer uno y yo solo tengo diez, así que lo ha escondido en el fondo de su bolso.
Me ha dado un beso al irse y me ha mojado la mejilla con una de sus lágrimas.
Y la verdad, llegar a cualquier edad a esta situación, es algo injusto y dramático, y muchas personas viven así.

Ojalá la soledad sea un motivo de conciencia social.
Ojalá hayan recursos sociales ágiles y válidos para estas personas mayores o discapacitadas que viven solas.
Ojalá se realicen proyectos viables, prácticos, factibles, urgentes… y no años de espera de una plaza pública en una residencia de ancianos o de acceso a un centro de día por medio de una cosa que se llama Ley de Dependencia, que lo es todo, menos ágil.
Ojalá el 25% de la población española no viviera sola.
Y ojalá no me afectaran estas situaciones tan tristes, que se dan en mi despacho, con cierta asiduidad.



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