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domingo, 26 de mayo de 2019

En planta.


Ya estamos en planta.

Esto parece una suite en comparación del box número 9.

Realmente cuando uno entra en un hospital con un ser querido, todo se relativiza.

Problemas laborales, personales, económicos... todo queda en un segundo plan y ojalá cuando somos dados de alta, no se nos olvidase, aunque se nos olvida.

Aquí todo el mundo quiere hablar con todo el mundo.
Imagino que sea la necesidad de estoy enfermo, estoy sufriendo porque tengo a mi madre enferma y necesito sentirme acompañado.
Recuerdo cuando en el hospital de La Fe en Valencia, en un momento dado, donde nuestras parejas bajaban al quirofano, me uní a cinco hombres y durante una hora, fuimos como hermanos.

Mucha ilusión, mucho miedo, esperanza, mas miedo, mas esfuerzo, mas miedo, y fuimos hermanos durante una hora para dejar de serlo cuando subieron a nuestras parejas a planta.

Ojalá tampoco se nos olvidara y antes de gritar o hacer sentir mal a alguien, imagino que por miedo, recordáramos lo importantes que somos todos y como, en momentos de crisis, como todos nos buscamos a todos y como eso nos hace sentir apoyados ante el percance.

Ojalá tampoco se nos olvidara, aunque también nos olvida.

Y esta es la segunda entrada de un hospital en el que solo he estado ingresado una vez en mi vida, hace dieciséis años, y también recuerdo como cuidé a un anciano inglés, mi compañero de habitación, cuando al atardecer, se quedaba "en pelotas", se arrancaba la vía y salia el pasillo desorientado.

Como le llamaba la atención al auxiliar que no le cortaba la comida y no se la daba a mano.
A la enfermera que le dejaba la medicación en la mesita y no se la daba en mano.
Como una vez le puse las zapatillas porque lo habían sentado descalzo.
Y como al irme, le dejé entre sus cosas una foto de mi tío Pedro Herrero, un pediatra de Alicante que visitaba a niños humildes y les dejaba dinero a los padres debajo de la almohada para que compraran los medicamentos.

También recuerdo ver la cabeza de mi madre dieciséis horas al día de espaldas a mi, viendo la tele.
Como le hablaba de motos, de que me gustaría tener un campo para tener un perro y de como ella me decía entre risas que del hospital, seguro que me salía una novia, como a Jesulín Ubrique, y como me hacía mucha gracia su comentario.

Imagino que ahora me toca a mi devolverle tanto amor, y no me cuesta, que es mi mejor amiga, mi confidente, mi cocinera, quien me llama todos los días cuando estoy enfermo para ver si tengo fiebre, quien me compra "jamón serrano del bueno" para que cicatrizara mi ligamento, así que esta mañana vamos a estar los tres, mi madre, mi tío Pedro y yo.






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