Dos años seguidos, cuando nos bañamos en la piscina familiar en verano, siempre se baña con nosotros una libélula de color rojo.
Es muy sociable. Aparece y se queda y la verdad... es que parece uno mas... bañándose en la piscina.
Este verano lo hablamos. "Es que siempre viene en verano y siempre se baña con nosotros..." y hablábamos de ella con mucha cercanía y la verdad... es muy agradable verla en la piscina con ese vuelo tan potente y a la vez majestuoso.
Hoy he ido a la montaña.
Han sido dos horas con algunos tramos duros... con la perra, La Llana... la que siempre va un poco delante esperándome y la que se gira mi veces para saber si estoy bien.
Han sido más de 12.000 pasos de cuesta, piedras sueltas, barrancos pero de vistas espectaculares y la verdad... me he sentido muy bien.
Y al bajar... he pensado en la libélula y de pronto he pensado que quizás fuera mi hermana Ana.
La que siempre estaba en la piscina.
La que se apoyaba en su borde y se dejaba acariciar por el último rayo de sol de finales de agosto.
La que se comía los polos de naranja y limón dentro de ella.
Y he pensado lo bonito que sería que esa libélula roja, fiel a la piscina, a la cita verano tras verano y a su cercanía con nosotros... fuera ella.
Aunque pensándolo bien... quizás sea ella.
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