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viernes, 4 de noviembre de 2016

Snow.-




Allí  donde los rayos de sol son más fuertes, donde las nubes son como algodones de sueños, allí donde pocos llegan porque pocos saben el camino hacia  Snow, la chica de las plumas.

 Owachy el lobo se sienta frente a ella, silencioso.   Ella sabe que tiene algo, que algo le ronda, que algo le quema por dentro. Snow permanece en silencio, sabe que es hombre noble pero que también se remueve y agita cuando se siente incómodo.

La luna reina en la noche de noviembre. Ilumina como candil  las noches de candelas y crepitar de leña.
Snow mira al cielo, ella también está agitada, ella está de luna.

El viento mueve débilmente las ramas de los árboles,  algunas hojas caen planeando al suelo alfombrado, el viento  mueve el pelo de la mujer sin agitarlo demasiado mientras ella le roba uno de los cigarrillos que olvidó junto al resto de sus cosas.  Lo enciende con destreza.  Owachy está tras la candela, tras el crepitar de la leña seca.

Dio una calada y soltó el humo suave, blanco y arremolinado,  mezcla de nicotina y vaho.  El frío arreciaba aquella noche especialmente.

- Dime... cuéntame Owachy

Él dudó...  él siempre duda, es su naturaleza...


El siempre duda en todo lo concerniente a lo suyo. Una mente demasiado activa e inquieta en un mundo demasiado formal y estandarizado.

Owachy y Snow no pertenecen a este planeta ni a esta época de cafeína al despertar y pastilla para dormir.  Todo es más sencillo que eso, solo hay que seguir el ritmo que nos marca la madre Tierra y nunca, nunca, levantarte antes que el rey Sol nos muestre su presencia ni acostarte más tarde de la aparición de su amada, la Luna.

Comer las frutas de la Tierra, regadas por la lluvia.  Cazar con respeto los animales de la Tierra, alimentados por sus pastos, verdes, e hidratados por sus aguas, frías y cristalinas. Vivir la libertad de la tierra. Ser unos nómadas que emigran en primavera para regresar en otoño y nunca permanecer mucho tiempo en un mismo sitio. No tener pertenencias. Las pertenencias atan y no sirven de mucho ante una tempestad en una pradera o un fuego producido por un rayo en un bosque.  Contar las estrellas, pescar en ríos y cazar en la pradera... sus obligaciones.  Tener lo justo para vivir... acorde, a la madre Tierra.


La madrugada cae, ella lo ha estado escuchando sentada en un viejo tronco de árbol abatido por alguna vieja tormenta.  Tira la colilla del cigarrillo al fuego.

 El silencio vuelve, los dos miran al fuego un momento. Él mueve un tronco y el fuego se agita,  las chispas del fuego le hacen poner la mano en los ojos para protegerse.

 Owachy sonríe y sin pensar demasiado pregunta a la mujer de las plumas porqué se empeña en quedarse, porqué permanece a su lado.

Owachy nunca pregunta, no es de preguntas...  Es silencioso, observador, hábil como el alma del mejor de los lobos, como uno de los hombres más sabios.
Snow se muerde los carrillos por dentro. Pensativa durante un par de segundos.

No sé... balbuceó dudando como su Owachy. Pero siguió...

Yo estoy aquí, Tú ahí y el fuego de este lugar en medio de nuestros dos mundos.  Me gusta este lugar.  Aquí solo estamos tú, yo y nuestras almas tan llenas de cosas. De esas cosas que no son cosas, de cosas mías que tienes tú y cosas tuyas que tengo yo.  Me gusta este lugar creado a poquitos, me gusta sentarme contigo aquí, donde para mi siempre es noviembre, donde para mi siempre  es noche de luna. Donde siempre puedo encontrarte, hablar de las historias de nuestros mundos y de vez en cuando inventar un poquito de ese mundo de casita de campo,  con animales que nos escogieron y cuentos que inventamos para seguir soñando.   Me empeño en quedarme a tu lado,  porque Owachy solo hay uno, solo tú... y  permanezco a tu lado porque...     - Owachy permanecía atento. Sabía que Snow era impredecible en sus arrebatos.  Así que aún con la apariencia impasible permaneció atento, inmóvil, quería saber lo que la chica las plumas iba a decir -   Permanezco a tu lado porque me gusta jugar contigo.  Ya no se encuentra gente como tú. Ni como yo.  Que construyan un mundo a base de cosas que no son cosas, sino la esencia de uno mismo. Tal cual, con nuestras luces y sombras. Sin más.

Owachy escondió su sonrisa tras una mueca expresiva. A  él también le gustaba estar en ese mundo entre mundos y encontrarla a ella con sus piedras, con sus plumas y con sus lobos y dragones, y sus velas y sus candelas, y  con su perra  y con sus cuentos, y con sus risas y sus miedos,  y con su música y con sus libros y con todas sus cosas.

Snow sintió frio, casi siempre tiene frio.    A ella le gustaba estar en ese mundo entre mundos y encontrarle a él  con sus motos, con sus amigos, y con su trabajo, y con sus despertares madrugadores, y sus rutas, y su cueva, y su gata de callejón, y su dieta, y sus planes y sus historias, y sus risas y sus miedos, y su música y con todas sus cosas.

Parecía tarde, ella dio un beso  a la palma de su mano e hizo el gesto de lanzárselo, él  lo cogió al vuelo y tras un par de segundos el hombre hizo rodar una piedrita, que paró a los pies de ella.  La cogió y la sopló. Pidió un deseo, ella era de pedir deseos a todo, hasta a las piedras.


La madrugada avanzaba  pero aquella noche querían más tiempo compartido.









4 comentarios:

  1. Nieves y Roberto en cinemascope! Un abrazo para los dos!

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    1. Gracias Cristina, eso de cinemascope suena muy bien :)
      Esta es una de esas historias que escribimos e inventamos entre los dos.

      Un besito amiga :)

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  2. Muy bonita esa historia de amor, sobre todo porque es real.
    Un abrazo.

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    1. Gracias Macondo. Bueno, hay mucha más fantasía que realidad en esta historia creada entre Roberto y yo. Es una de las historias mas bonitas que hemos escrito, a mi personalmente me encanta. El amor... resulta bonito que identifiques esta creación como historia de amor. :)

      Un Besito y muchas gracias por tu visita

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