¿Qué hiciste del amor que me juraste?, por Reza Emilio Juma
El otro día encontré un vídeo de una conferencia en Bombay de Sadghuru, un yogui de la India, acerca de la cuestión «por qué se acaba el amor en las parejas».
Llamaron mi atención algunas aclaraciones suyas al respecto, y me gustaría rebatir el argumento de este afamado yogui desde el punto de vista de un romántico. Mi intención no es buscar un enfrentamiento porque soy consciente de que jamás podré alcanzar la sabiduría de una persona como Sadghuru, pero intentaré analizar en este artículo el concepto del amor desde otra perspectiva, no tanto desde el interior del individuo sino considerándolo una fuerza externa y excepcional.
En un mundo donde dominan nuevas tendencias conocidas como «autoayuda», «coaching», y otros grupos de trabajo que están reemplazando las religiones tradicionales, es difícil ir en contra. Ahora en vez de ir al padre o al sacerdote de la iglesia, las personas acuden a sesiones con grupos de desconocidos, a veces dirigidos por personas de dudosa cualificación simplemente porque confiamos, pero ¿de dónde viene esta confianza ciega? Diría que de la desesperación y la búsqueda de respuestas en un tiempo de crisis y necesidad.
El éxito de estos «coach» o guías espirituales radica en que nos trasmiten una sensación de cercanía, incluso de amistad, algo totalmente contrapuesto al tradicional papel autoritario de padres o de curas. Su mensaje es claro y eficaz, suelen decirnos que todas las respuestas se encuentran en uno mismo y que hay que buscar las soluciones desde dentro. El mantra que repite es que «somos una máquina de autoarranque», y que es importante no buscar el amor y la felicidad dentro del otro porque si no «cuando cierra el grifo de amor sucede algo terrible». Con esta aclaración estoy totalmente de acuerdo, la codependencia no es sana. Sadghuru asegura que el amor nace porque «uno mismo siente una dulzura dentro de sí», y que algo interno sucede, algo que nosotros mismos controlamos.
Siento disentir… Los escritores, poetas, compositores, artistas y románticos en general nos basamos en otro elemento que quizás no sea de «dominio público» y «autoarranque», la fuerza que nos inspira para escribir nuestras novelas, canciones y poemas, y el pilar para encontrar el amor verdadero, la “magia”.
Cualquier lector de mis novelas sabe que el tema fundamental y la línea conductora de mis historias es el amor, pero el amor verdadero. Y he aquí la pregunta: ¿existe realmente el amor eterno en nuestro nivel existencial? Me atrevo a responder: ¡por supuesto que sí!, y ahí radica mi discrepancia con Sadghuru. Pensar que el amor nace dentro de uno pero sin el sortilegio de otra persona es fácilmente cuestionable. El enamoramiento siempre es cosa de dos, y sucede por la entrada en escena de una magia inexplicable independientemente de tu estado emocional. Se llama “flechazo”. Puede llegar en una sonrisa que te derrite y hace que se te inflame el corazón deseando más, o en la mirada de unos ojos ingenuos que baten graciosamente sus pestañas. Esto nunca se produce por alcanzar un estado de bienestar propio, sino por la participación necesaria de una fuerza ajena que hace que se active dentro de ti.
Si me permitís me gustaría citar un fragmento de mi novela «El legado del príncipe de Cachemira». En esta escena el califa Abderramán III habla con el protagonista, Gita, acerca del amor verdadero como si fueran dos esferas que se encuentran. La inspiración detrás de este texto viene de «El collar de la paloma» de Ibn Hazm (Córdoba, 994) un libro esencial para entender las cuestiones del amor.
«En otro universo Dios nos crea en forma de esfera, pero al llegar al mundo la esfera se parte y se divide en dos, cada parte se coloca en un cuerpo y no hay memoria de la vida en esfera ni con quién la compartiste. Todo ser tiene su otra mitad de la esfera y aunque ninguno lo sepa estuvieron juntos en una vida anterior. Por eso, cuando se vuelven a encontrar, se crea una explosión de sentimientos inexistentes y una atracción irresistible.
Es como buscar una perla entre millones de personas, cuando encuentras la otra mitad de la esfera se supone que el alma está en total armonía, sin embargo, como la mente no encuentra la razón humana, y la condición humana es siempre encontrar el razonamiento, se trastorna en vez de simplemente sentir y al no encontrar esa explicación racional muchos huyen. Hay gente que tiene miedo a los cambios, y juntar dos esferas de nuevo siempre supone cambios, porque en vez de vivir por ti, vives por el amor y todo lo que piensas, haces y respiras en nombre del amor, dedicado a tu otra mitad de la esfera que te completa y que define tu ser».
Cuando uno encuentra su media esfera ocurre una especie de metamorfosis dentro del ser. Cito otro fragmento de «El legado del príncipe de Cachemira» cuando habla del poder que tiene su amada sobre él.
«Cuando se aleja de mí me siento como un animal herido, y aunque su cuerpo se muda mis ojos se quedan fijos en ella. Siento como si me ahogara en el mar y ella es la orilla, mi única salvación de todo. Ella, a veces, al ver mis ojos de súplica, regresa para acariciarme la nuca y el pelo, pero cuando se va por fin mi vista se queda fija en la puerta por donde salió esperando que vuelva, pero la única huella que queda es el perfume de su piel. Ella es mi jardín celestial del paraíso, es mi antes y mi después. No hay nada más antes de ella, ni tampoco habrá nada después de ella».
Este encuentro o “reencuentro” de amor hace que se desate la locura y todo deja de ser racional. Uno ya no se siente como uno mismo y empieza a sufrir cambios y se vuelve más vulnerable y en esta fase inicial es fácil que uno huya de la otra media esfera. Es más, si uno siente que ha encontrado su media esfera y sin embargo hay una cierta resistencia por la otra parte, ¿qué ocurre? El sentimiento inicial es doloroso por no recibir el amor reciproco, y solo la correspondencia de la otra media esfera por fin puede apaciguarlo. El amor en su esencia es efímero y tiende a la fugacidad. Pero tarde o temprano cesará esta resistencia inicial que puede ser causado por cuestiones de miedo o desconcierto por los sentimientos que abruman. Es simplemente cuestión de tiempo y con algo de paciencia y ternura la otra se dará cuenta. La magia del amor es una fuerza innegable.
Ahora bien, encontrar tu otra media esfera no es tarea fácil y no todos lo consiguen en sus vidas y en este mundo terrenal. De hecho, es tan difícil como encontrar una esmeralda turquesa. Las esmeraldas son las piedras preciosas más bellas que existen, y entre ellas hallamos una rareza que es la turquesa aguamarina, que en circunstancias normales es casi imposible encontrar. Si hallas una, su belleza te sobrecoge desde el primer momento, pero ahora cabe preguntarse: si hallamos una esmeralda de estas características ¿por qué la soltaríamos?
¿Si el universo nos ha regalado este tesoro por qué lo rechazamos? La respuesta es sencilla, en cuestiones del amor somos seres irracionales. Somos animales, nunca hemos dejado de serlo desde los tiempos de los neandertales. Cuando un animal se acerca al fuego ¿cuál es la reacción? Alejarse y no acercarse porque algo tan brillante por fuerza tiene que ser dañino. Pero he aquí que desde la distancia el animal siempre admira al fuego.
¿Pero por qué el hombre sigue temiendo entregarse totalmente al amor verdadero dejando que la magia lo lleve? A veces por desconfianza, cobardía, confusión, miedo a lo incierto, tal vez sienta que está haciendo lo correcto para la otra persona en unas circunstancias no favorables, o simplemente no se quiere quemar. Hay ciertas personas que se dedican a la búsqueda del amor durante toda su vida, y cuando por fin encuentran a su media esfera la reacción es huir. Una parte quizás se quiera huir al principio y la otra mitad más tarde. No hay explicación ninguna. Pero las consecuencias son fatales para la otra media esfera.
Me imagino que todos alguna vez en nuestras vidas hemos sufrido rupturas que nos arrasan emocionalmente y al llegar el momento de encontrarnos sin el otro, sentimos un terrible dolor y la triste confusión de no saber qué ha sucedido para encontrarte solo. No existe amor limpio y sin mácula exento de dolor y dudas. El amor es fuego, locura y totalmente irracional, a veces conlleva aspectos de sufrimiento y angustia porque siempre echamos de menos la “magia” que nos incitaba la otra media esfera, como si fuera una droga. Y mientras uno recoge su corazón roto en miles de pedazos empieza el declive de la historia, por haber traicionado al amor y partido la esfera en dos de nuevo.
Esta culpabilidad pesa mucho dentro del corazón. Uno puede estar en un buen estado mental e implementa el autoarranque como dice Sadghuru pero allí vemos claramente que no depende de ti sino de esa fuerza externa que ahora falta en tu vida. Los zafiros, rubís, diamantes, jades y perlas son de una belleza extraordinaria pero resultan infructuosos en comparación con las esmeraldas. En cuanto encuentras tu media esfera jamás habrá dulzura igualable. Uno vuelve al sendero de lo mundano, al de la existencia hueca de una media esfera, un ser incompleto. Ni el tiempo ni la compañía de otro ser curará la pesadumbre. Pasarán los días, meses, años y seguiremos atacados por el insomnio y noches en vela por la añoranza de aquella esmeralda. Su voz aterciopelada y su bello rostro persistirán en nuestros recuerdos más lúcidos como si el reloj de arena se detuviera. Pero no se acaba la vida ni la alegría de todo.
En pocas palabras, cuando preguntan reiteradamente en la canción «Y qué hiciste con el amor que me juraste», de Javier Solís, la respuesta es “nada”. El amor verdadero es eterno, no se pierde ni desaparece. La magia perdurará para siempre.
Simplemente el amante decidió guardar su esmeralda por miedo a dañarla o quedarse ciego por su brillantez. Encontrar a tu media esfera no significa estar unidos para siempre y en la mayoría de los casos no es así. Preguntemos a nuestros padres, abuelos, amigos si al final se casaron con el amor de sus vidas, escuchemos sus respuestas y analicemos sus gestos faciales al contestar a la pregunta. Siempre había uno o una que te conmovió como ninguno y que te marcó para siempre ocupando ese lugar especial dentro de tu corazón.
En resumen, para que nazca de las cenizas este sentimiento indescriptible llamado amor, es necesaria la magia, y con total seguridad les digo a los yoguis, coach y psicólogos que el amor no viene ni se controla desde dentro sino una fuerza ajena que es tu otra media esfera que nació de un deseo tuyo cuando aquél día pediste al universo que te lo regalara y te respondió.
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