Tenía nombre para mi perro pero no tenía perro.
Nada mejor que independizarme para tener uno.
Ese sábado iba a ser especial.
Acudí con mi flamante coche blanco a la protectora de Alicante y le dije al voluntario, “he venido a ver si quizás y a lo mejor, adopte un perro, pero no lo tengo claro...”.
Me enfrenté a los cachorros. Todos corriendo, todos jugando, todos peleando y allí estaba ella, una cachorrilla que lo veía todo con cara de divertida.
Veía correr, saltar, sentada sobre sus cuartos traseros pensando eso de, “que tarde mas wai y que locos que están mis hermanos de la protectora...”
La adopté. Estuve muy emocionado durante todo el proceso.
Papeles, el chip, vacunas, compromisos... todo me daba igual y no me enteraba de mucho, yo solo la tenía tomada y me miraba divertida imagino que pensando eso de “que extraño está este perro con esas gafas...”
Fue un gran día. Lo había leído todo sobre perros y su primera noche en casa. Le había preparado una mantita, un despertador de cuerda, unos juguetes, pienso para cachorro, agua en abundancia y llegó la hora de... ir a la cama.
Cinco horas de lamento tuve que aguantar, cinco, ni cuatro ni seis, cinco, yo e imagino que mis vecinos.
Lloraba sin consuelo llamando a todo lo que conocía pero que estaba a 60 km de ahí.
Nunca he sido duro de corazón. Soy muy convencible y no es difícil hacerme cambiar de opinión, sobre en todo en tema de sentimientos, así que decidí abandonar mi método germánico de llegada al hogar de un perro de una protectora y adopté el método humano de “si es que es el segundo gran cambio que ha tenido en sus tres meses de vida. Primero su madre y ahora sus hermanos de la protectora...”, y decidí llevármelo a la habitación donde durmió gustosamente sobre mi alfombra con mi brazo cayendo desde la cama, no podía ser de otra manera.
Creció y se creó una gran relación.
Dos colegas que compartían casa y que se querían un diez.
Tardes de sofá, pipas y películas de tiros.
Tardes de paseos, juegos y aire libre.
Tardes de jugar a esconderme, siempre en el mismo sitio, y esperar a que ella me encontrase.
Fueron cuatro años donde sufrimos enfermedades, yo anginas y ella del estómago, nos divertimos en el parque, corrimos por el poli, vimos mucho cine y si no hubiese sido por ella, no creo que hubiera vivido solo esos años en mi casa.
Muestras de cariño... no una sino mil, pero al día.
Esperarme detrás de la puerta, asomarse a mi habitación a ver si estaba despierto, compartir el sofá, robarme comida y esconderse pensando eso de “lo que he hecho...” y en fin, esta perra, mi perra, la Silva debía tener un lugar especial en este blog.
Mi perra, la Silva, la que tanto despertó en mí y a la que nunca olvidaré.
ResponderEliminarMadre mía Roberto... Me has vuelto a emocionar, y eso que la historia me la sé :)
Los animales, esos bichitos tan tremendos, forman para siempre parte de nuestras vidas. Bonita historía. Saludos.
ResponderEliminarEs una historia muy similar. Todos los que hemos tenido perro hemos tenido a una Silva. Este Blogger solo puede tener cosas auténticas y ella lo fue. Gracias por ser conmigo tan permisivos... :)
ResponderEliminarEs que ellos son nuestros compañeros, esa es su misión, y quieren ser tratados como tales, una vez que encuentran en nosotros esa calidez se hacen querer por su lealtad y comprensión, saben mejor que nadie cómo son sentimos, se acercan con ternura a darnos consuelo, hermoso homenaje a su Silva, un abrazo Roberto!
ResponderEliminarnos sacan esos sentimientos que a veces tenemos ocultos.
Eliminarun hijo, una madre y una silva... espíritus mágicos que te aportan...TODO!!!
un beso y gracias por tu comentario.
Nadie quiere como ellos, con ese desinterés, sin pedir nada a cambio, sin rencores.
ResponderEliminarUn abrazo.
Un abrazo macondo y que descanses...:)
ResponderEliminarMe has hecho sonreír.....y se me han humedecido los ojos! jejeje
ResponderEliminarUn abrazo =))))
nooo. esto no es para llorar. todos estamos conectados con todo y todos influimos en todo.
Eliminarla magia de mi perra ahora está en ti. ahora ella tb vive en ti. un abrazo.