Llegó a
mí en el mejor momento. Cuando dejé atrás todas la basura y todos los
lastres.
Ella
era paciente, esperaba en el garaje a que llegara su momento.
La
monto con ganas, durante toda la semana pienso en ella, tiene personalidad.
La acaricio un instante antes de montarla y escuchar su rugido.
Salimos
a la carretera. Vivimos los caminos sin prisas, llegando a lugares donde nadie
llega, carreteras secundarias pocos transitadas, caminos que sólo usan un
puñado de aventureros. Disfrutamos del camino, aprendemos de cada
kilómetro.
La
vista y el equilibrio se agudizan, el camino se codifica con nuestro ADN,
formando parte de ti para siempre.
Alcanzas
una velocidad media... 90 km/h. relajas los hombros y te fundes con tu
moto, el asfalto y el entorno. Las sombras se alargan mientras que nos
acercamos a un horizonte que reinventamos en cada viaje.
Sientes
como las presiones desaparecen, experimentas una sensación de libertad, de
volar, soñar, aventurear, explorar y gozar de lo mas bonito de la vida,
es como estar siempre joven y vigente... cada instante se vive
intensamente y con suerte si te escuchas un momentos serás consciente de que
eres feliz.
El
camino puede traerte compañeros de ruta, aventureros con tus mismos sueños y
pasiones. Todo el grupo se funde en ese mismo ADN. Con facilidad puedes sentir
la vulnerabilidad en tu piel, al sentirla te hace bajar de tu zona de confort,
de tu pedestal, te haces mas solidario, comprensivo y amigable en esas rutas, te
hace mas humilde, te igualas a cualquier ser humano porque eres consciente de
lo frágil que somos, la precaución, el estar pendiente de tus movimientos y el
del compañero de ruta es algo imprescindible.
La
convivencia y el sentido de comunidad se acentúa en esos días de rutas, pero
cuando estoy con ella en solitario la disfruto al máximo, cada vez que me subo
en ella parezco nacer de nuevo. El corazón y la mente se hacen más
receptivos, subido en ese pequeño caballo de motor aprecias las
cosas mas insignificantes de la vida, que en otras circunstancias pasan
desapercibidas.
Cuando
volvemos a casa, ella y yo, cansados, con la aventura en el recuerdo y con cada
km. en nuestra retina vuelvo a colocarla en su santuario... hasta la
próxima semana, hasta el próximo momento en que la vuelva a montar. La acaricio
un instante para volver a la rutina y los momentos tediosos y terrenales.
Le echo el último vistazo antes de cerrar la puerta del garaje... ya tengo
ganas de volver a montarla, de escuchar su rugido, compartir ruta con los hermanos, comida y aventuras...
"Sólo
entiende mi locura
quien
comprende mi pasión"
Y así es. y ayer conocimos a Amadeo. Iba solo con su moto y para en un bar donde habían 4 motos en la puerta y nos conoció. Una charla, una cerveza, un teléfono y la posibilidad de salir juntos un día. Todo tan sencillo y tan natural. Es este mundo, el mundo de la moto
ResponderEliminarUna impostura autorizada esta narradora! Interpretando muy bien el sentir de su amigo, un abrazo!
ResponderEliminarCuánto placer genera la brisa y el paisaje, cuando se cuenta con un vehículo, que nos lleve a todas partes, como tu moto. TE come el mundo con la mirada y la velocidad, vértigo de paísaje y adrenalina. UN abrazo. Carlos
ResponderEliminarMuchas gracias por quedarte en nuestra casa y por leer y comentar todoas nuestras entradas. Me alegra que te guste lo que contamos.
Eliminarun saludo y nos seguimos leyendo ☺