El hombre era muy grande, fuerte y con manos enormes. Hablaba poco pero era culto y audaz de reflejos.
Se quedó un tiempo... siempre pensé que sería por algunas semanas pero mi isla era distinta a todas las islas de todos los océanos. En mi isla sólo llueve 5 min al día, de cuatro a cuatro y cinco de la tarde, momento que aprovecho para estar en mi casita de madera.
Tengo un pozo que por la mañana da agua, por la tarde granizado de limón y por la noche cerveza helada.
Hay mapas de tesoros perdidos que nunca busco, un gato que ladra y un perro que ronronea.
Después de un tiempo aquel hombre marchó en su barco con velas vikingas...
Todos los días me acercaba a la orilla y recogía su mensaje en una botella... mensajes cargados de incertidumbre y pesar. Yo se las devolvía con te quieros, cuentos, flores, sueños por cumplir y esas cosas que caben en las botellas de cristal que cruzan los océanos.
Él estaba solo allí tan lejos. Los dioses saben en qué tierras tendría que estar lidiando con Reyes con caras de rufianes.
Y le escribía cosas bonitas que sólo nacen en esta isla mía y mis te quiero marchaban pero nunca supe si llegaban, si eran recogidos con cariño y ganas o le incomodaban. En muchas ocasiones, la mujer de la Isla se guardaba los te quiero para comérselos en el desayuno porque eran dulces como el melón de verano.
La botella de los mensajes a veces llegaba en estado lamentable... cuantos mares y tormentas habría navegado sorteado mil peligros.
Todos tenemos nuestros secretos, historias que vivimos y que decidimos no compartirla con nadie.
Eso mismo pensaba aquel hombre que siempre estuvo a la distancia de una primavera y tres granizados de limón de distancia.
Él creía que había tenido un sueño, que había soñado con mi isla.
La isla era un descanso en sus viajes por los siete mares.
Nunca le gustaron las tormentas pero fueron tantas que al final dudaba de su barco y de su pericia de marinero.
Nunca entendió su situación. De mar en mar y de tormenta en tormenta.
Al final término creando un mundo con un gato que ladraba y con una hermana que físicamente nunca estaba.
Todos los días afianzaba sus velas y se recordaba que si había recorrido los siete mares y aguantado las tormentas era por algo, por su pericia, por haber tenido las olas siempre de frente y por no haber sido nunca alcanzado por este o aquel fatídico rayo.
Siempre encontró las botellas de su hermana espiritual y siempre vio belleza en los amaneceres pero al final siempre dudaba de su pericia de marinero y la fortaleza de sus velas.
Al final, consciente de tantas tormentas, aprendió a vivir con ellas y a navegar ola a ola, sin pensar mucho, aún siendo consciente del desgaste de su navío.
Al final, como todas las historias irlandesas, el barco naufragó y fueron los delfines, su gato ladrador y su hermana espiritual los que lo recordaron y nunca entendieron como un marinero tan habilidoso escoró en una de aquellas tormentas.
Todos fueron a recordarlo, fueron muchas las coronas y las palabras pero los delfines, su gato y su hermana fueron los únicos que echaron en falta su pérdida.
Todos sintieron la ausencia de nuestro hombre. Al menos un tiempo.... todos menos esa mujer que vivía en su isla.
La mujer calmó las tormentas un momento y dijo aquellas palabras con melodía chamánica... de la oscuridad... luz, de las cenizas... fuego y de la muerte... de la muerte... vida.
... Y entónces el barco llegó a la isla. Y como el que despierta de un raro sueño aquel hombre grande con manos y corazón enormes llegó a la casa de la mujer de la isla, la mujer de las botellas mensajeras.
Dime... ahora que tu tormenta se calmó que deseas... que quieres hacer con la vida que te queda???
El hombre dudó hacía mucho tiempo que no sentía la calma de esos instantes...
Déjame pensarlo.... dijo
Mientras tanto los dos compartieron aquel lugar con gentes que hacía fiestas con sombreros y miraban a los ojos sintiendo. Almorzaban bajo las sombras de grandes árboles y se contaban cuentos antes de dormir. Cuentos que se hacían reales días después porque allí se creía en los sueños. Se creaba y se soñaba. Así era aquel lugar.
Todos eran felices en aquel lugar. Y ella los observaba a todos y se preguntaba porque se quedaban, porque iban a ella como si ella tuviera el manto protector o la respuesta a todos sus males...
El hombre que llegó de las profundidades del mar olvidó el tiempo que llevaba con ella... con todos los que vivían en ese lugar.
Ella lo miraba a los ojos todos los días hasta que uno de esos días, uno cualquiera en aquella isla de gente perdida pudo encontrar su sonrisa tras la comisura de los labios, queriendo disimularla, pero allí estaba.
“Me he dado cuenta que no estaba muerto. Creí estarlo, pensé en ello con facilidad pero ahora... ahora he cambiado”.
Ella lo sabía...había cambiado lo notaba lo sentía...
Entonces... ¿qué mundo soñaste, que vida has creado? ... Cuéntame quien estará en tu nueva vida y que habrá en ella...
(Cuento creado por Nieves Martín y por mí, pero está por acabar...)
Esta amistad de vikingo y mujer que sueña da para mucho, pero el cuento está bien así, el final lo hará la vida, un abrazo Nieves y Roberto!
ResponderEliminarhola mc. tiene mil finales... Lo escribimos una tarde donde ella empezó, yo continué, ella siguió y lo tenemos por acabar. quería colgarlo en el bloguert, debe tener un hueco aqui y compartirlo con nuestros amigos. Un abrazo!!!
ResponderEliminarCabe que sea el cuento de nunca acabar, pero también que está así terminado.
ResponderEliminarUn abrazo.
Hay cuentos que no se acaban y puertas que no se cierran. Eso no es ni bueno ni malo mientras no te arrepientas luego de no haberlas cerrado o haberlas penetrante. Un abrazo macondo!!!
ResponderEliminarjaja es cierto como dice Macondo, es el cuento de nunca acabar!
ResponderEliminar=))))
Gracias por vuestra visita a nuestra casa y por compartir vuestros pensamientos, nos haceis muy felices cada vez que os leemos.
ResponderEliminarUn abrazo amig@s !!!!
:) :)