FORJAR LA UNIÓN RESOLVIENDO PROBLEMAS
Esta habilidad es un paso previo, algo a tener en cuenta, si puede ser, antes
incluso de iniciar una relación.
Se trata de darse cuenta de que cualquier relación íntima —de amigos o de
pareja— requiere conocerse bien. Y sólo conocemos a alguien después de
haber tenido un desencuentro. Antes de eso, sólo habremos sido «conocidos».
O, como mucho, amigos superficiales.
Con los amigos superficiales es posible no discutir nunca, pero eso se debe
a que no se comparte mucho.
Podríamos decirlo de otra forma: «Sólo puedes llamar “amigo” a alguien
con el que te has peleado y reconciliado». Hasta que no llegue ese momento,
todavía no le conoces, no has intimado realmente.
Esto es así porque en toda relación en la que se da una convivencia, en la
que se hacen cosas juntos, hay desencuentros, problemas, desacuerdos,
entuertos; ¡es imposible evitarlos por completo! Y la calidad de una relación
viene marcada precisamente por lo bien o lo mal que los resolvemos.
La lección que extraemos de ello es que una pareja debe esperar
encontrarse con esos desencuentros. ¡Es normal! ¡Incluso bueno! Es señal de
que convivimos, de que la interacción es cada vez más estrecha. Y tenemos
un montón de oportunidades de crecer juntos a través de ello.
Es más, yo diría que cada desencuentro resuelto nos une más como pareja:
nos conocemos más, hemos llegado a más acuerdos, nuestro roce es cada vez
más intenso y hermoso.
Yo he conocido a muchas personas convencidas de que cada problema de
pareja es una señal de incompatibilidad. Y así, cuando llegaban los
desacuerdos les entraban ganas de huir de la relación. No se daban cuenta de
que esas situaciones eran los ladrillos más importantes con los que se
construye el vínculo. Seguramente, los más importantes y hermosos.
Por lo tanto, cada vez que tengamos un problema de pareja pensemos que
se trata de un stage más de la relación, de una oportunidad única de intimar,
de amarse en profundidad. Se trata de una aventura protagonizada por los
dos, de un viaje maravilloso que nos abrirá a un paisaje relacional nuevo:
mucho más colorido y frondoso. El amor profundo y maduro se abre ante
nosotros.
Rafael Santandreu
Psicólogo cognitivo
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