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jueves, 28 de julio de 2016

Solalba el Dragón.



En las tierras de Solalba el frío y la niebla se apoderaban de las montañas cada noche, el color plata de las pequeñas briznas de musgo helado se tornaban en hermosas gotas de agua cuando el sol se dejaba ver tras riscos del norte. Los amaneceres siempre eran rojizos, el  paisaje duro, agreste contrastaba con el verde de  la llanura, lleno de vida, de agua, de amigos...

Solalba siempre vivió en una cueva en lo alto de la montaña. Ella necesitaba el frío para mitigar todo el calor que exhalaba de su estómago y poder descansar por la noche de manera dulce y serena.

Nunca le gustó madrugar. Eso de levantarse a las siete nunca fue con ella.

Nunca le gustaron los trajes de chaqueta. Siempre que había un evento dragón en la comarca, siempre protestaba por sus tacones, su falda entallada y su camisa algo escotada.

Siempre fue sencilla. Le gustaba los domingos quedarse en la cueva con su pijama, acostarse tarde leyendo novelas de amor, escuchar a Carlos Baute en su mp3 y beber Coca Cola. Si por Solalba hubiera sido hubiera comido de Coca Cola.

Solalba tenía algo que solo unos pocos dragones tienen y que a la vez, solo unos pocos dragones pueden ver. Tenía magia.

Esa magia le provocaba rodearse de dragones que poseyeran y regalaran esa misma magia.

Siempre que hablaba era para decir algo bueno de la vida; de otro dragón, de lo maravillosa que era su vida ... era tan singular su presencia, que a pesar de ser una dragón pequeña, siempre que entraba en una cueva, la llenaba con su luz y su ilusión.

Solalba trabajaba. Al llegar a la mayoría de edad decidió empezar a trabajar, pero ella necesitaba un trabajo especial, donde tuviera compañeros especiales, donde tuviera... amor y libertad!!!

Ella no servía para encerrarse en una oficina. No podía trabajar en un habitáculo encajonado y oscuro, con un aire alterado por la calefacción.  Solalba no podía trabajar con tacones, ni con falda entallada ni con una camisa algo escotada, nada de eso iba con ella.  En cambio le fascinaba trabajar en la calle,  llevar un gorro de lana en la cabeza en invierno y unas sandalias en verano,  estar con otros dragones y preguntarles por sus cosas… reír, hablar, escuchar, abrazar y besar...

Como suele pasar en esta vida, cuando mejor le iba, cuando mejor se encontraba, cuando con mayor ilusión vivía, el Dragón Supremo, el ancestral, el espiritual, el primero de todos los dragones, el Dragón Creador se la llevó a su lado.

A veces los GRANDES DRAGONES del cielo resultan egoístas, olvidaron lo necesaria que era Solalba en estas tierras. Olvidaron el vacío que deja a los dragones terrenales que se nutrían del amor y la luz de Solalba.

En las tierras de Solalba el frío y la niebla siguen apoderándose  de las montañas cada noche. Nadie ha olvidado que ella tenía magia, a veces manda alguna señal, pequeñita, sin valor pero para los que la conocieron tiene significado, ella siempre estará en la memoria y sin duda con un código nuevo nos arropa y nos cuida como cuando estaba en su cueva en lo alto de la montaña. Allí donde los suaves vientos parecen susurrar aquella canción que le gustaba tanto. Allí donde sigue estando con su energía aportándonos su fuerza y vitalidad.

La estela  de Solalba se expande como el eco en las montañas,  su recuerdo y su memoria llegan lejos, tan lejos como ella nunca pudo imaginar. Los ecos de su mundo y su trabajo son la inspiración de quien no llego a conocerla y el orgullo de quien anduvo en su camino …






5 comentarios:

  1. Esa hubiera sido la vida de Sofía, un abrazo Roberto!

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  2. Adivino una metáfora entrañable,
    De esas personas que tienen luz para iluminar a todos...

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    1. Así es Rubén... una persona muy especial que nos dejó no hace mucho. Como siempre me asombras con tu capacidad tan especial de leer entre líneas.
      gracias por tus visitas . Besos

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  3. Mi amiga Marisol... siempre riendo. Una de las personas más valientes que he conocido. Su esposo Manuel, que hombre tan bueno y su hija, Alba, que en su adolescencia ha tenido que afrontar algo tan duro como perder a una madre. Ahora tengo a Manuel y el recuerdo de Marisol con su gorro de lana. Gracias por vuestros comentarios y si, Sophia y Marisol tuvieron algo en común... sus ganas de vivir!!!

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  4. Aunque acabo de conocerlas a las dos, también a mí Solalba me ha hecho pensar en Sophía. Hay gente que no debería morirse nunca.

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