La Llana.-
Fueron seis días, seis días de espera, de una visita, de una llamada, de un WhatsAap, seis días.
En Torrevieja, su familia. En Orihuela, sus amigos, y él estaba a 80 kilómetros de su mundo conocido.
En su momento le rezó a Dios para que se la concediera, y se la concedió.
Y ahora le rezaba para que lo ayudara a tomar una decisión.
Eran las cinco de la tarde de un miércoles de agosto.
Tomaba café en una terracita muy estrecha, aunque agradable, de su piso de alquiler acompañado por su gato adoptado el cual, lo único que sabía hacer ante la situación, era acompañarlo sentado en la otra silla, estando al lado opuesto de la mesa.
La estampa le parecía la de dos jubilados del Imserso sentados en un banco, sin hablar, simplemente pensando y observando a la gente que veían pasar.
Su idea era esperar, encontrar el momento, simplemente, para hablar, aclarar, negociar y reconciliar.
Pero a las cinco y cinco decidió que esa no era vida, que él no había ido a vivir allí para estar así, que él no quería en su vida “eso”.
Así que decidió recoger sus cosas, con mucho dolor, con mucho método.
Habitación por habitación, primero embalaba, luego limpiaba y luego cargaba en su maletero.
Así lo hizo en seis habitaciones.
Cuando ya no cupieron más cosas en su coche, decidió parar, dejar el resto de sus cosas, para no volver a recogerlas nunca más.
Lo primero que metió en el coche fue su bicicleta, esa bicicleta que se compró cuando aún no podía montar en ella por su accidente de moto, de color rojo, con polvo de ese camino por el que no pensaba volver a rodar.
Después el ordenador, cargado de textos, películas, trabajo e ilusiones.
Cinco libros, dos maletas con ropa, una mochila con ropa deportiva, y al día siguiente, ante el primer rayo de sol, decidió arrancar su coche para no volver a ese lugar nunca jamás.
Cuando se la pidió a Dios, se la concedió.
Cuando le pidió a Dios que lo ayudara a tomar una decisión, lo ayudó.
Y cuando le pide a Dios ayuda para olvidar
esa relación, le pone en su Camino a personas maravillosas que le regalan
piedras azules llenas de energía, lo incluyen en sus planes y lo mejor, su
montaña, con sus innumerables sendas, paisajes, cuestas con piedras sueltas y a un perro con quien recorrerlas, la Llana, todo
propiedad de Dios.
Las cosas pasan por algo. Un nuevo comienzo,una nueva vida,una nueva oportunidad. Un saludo
ResponderEliminar018, 21:50
EliminarUna nueva oportunidad... para un hombre tradicional... :)
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