Allí donde los rayos de
sol son más fuertes, donde las nubes son como algodones de sueños, allí donde
pocos llegan porque pocos saben el camino hacia Snow, la chica de las
plumas.
Owachy el lobo se sienta frente a ella, silencioso.
Ella sabe que tiene algo, que algo le ronda, que algo le quema por dentro. Snow
permanece en silencio, sabe que es hombre noble pero que también se remueve y
agita cuando se siente incómodo.
La luna reina en la noche de noviembre. Ilumina como candil
las noches de candelas y crepitar de leña.
Snow mira al cielo, ella también está agitada, ella está de luna.
El viento mueve débilmente las ramas de los árboles, algunas
hojas caen planeando al suelo alfombrado, el viento mueve el pelo de la
mujer sin agitarlo demasiado mientras ella le roba uno de los cigarrillos que
olvidó junto al resto de sus cosas. Lo enciende con destreza.
Owachy está tras la candela, tras el crepitar de la leña seca.
Dio una calada y soltó el humo suave, blanco y arremolinado,
mezcla de nicotina y vaho. El frío arreciaba aquella noche
especialmente.
- Dime... cuéntame
Owachy
Él dudó... él siempre duda, es su naturaleza...
El siempre duda en todo lo concerniente a lo suyo. Una mente
demasiado activa e inquieta en un mundo demasiado formal y estandarizado.
Owachy y Snow no pertenecen a este planeta ni a esta época de
cafeína al despertar y pastilla para dormir.
Todo es más sencillo que eso, solo hay que seguir el ritmo que nos marca
la madre Tierra y nunca, nunca, levantarte antes que el rey Sol nos muestre su
presencia ni acostarte más tarde de la aparición de su amada, la Luna.
Comer las frutas de la Tierra, regadas por la lluvia. Cazar con respeto los animales de la Tierra,
alimentados por sus pastos, verdes, e hidratados por sus aguas, frías y
cristalinas. Vivir la libertad de la tierra. Ser unos nómadas que emigran en
primavera para regresar en otoño y nunca permanecer mucho tiempo en un mismo
sitio. No tener pertenencias. Las pertenencias atan y no sirven de mucho ante
una tempestad en una pradera o un fuego producido por un rayo en un bosque. Contar las estrellas, pescar en ríos y cazar
en la pradera... sus obligaciones. Tener
lo justo para vivir... acorde, a la madre Tierra.
La madrugada cae, ella lo ha estado escuchando sentada en un viejo
tronco de árbol abatido por alguna vieja tormenta. Tira la colilla del
cigarrillo al fuego.
El silencio vuelve, los dos miran al fuego un momento. Él
mueve un tronco y el fuego se agita, las chispas del fuego le hacen
poner la mano en los ojos para protegerse.
Owachy sonríe y sin pensar demasiado pregunta a la mujer de
las plumas porqué se empeña en quedarse, porqué permanece a su lado.
Owachy nunca pregunta, no es de preguntas... Es silencioso,
observador, hábil como el alma del mejor de los lobos, como uno de los hombres más
sabios.
Snow se muerde los carrillos por dentro. Pensativa durante un par
de segundos.
No sé... balbuceó dudando como su Owachy. Pero siguió...
Yo estoy aquí, Tú ahí y el fuego de este lugar en medio de
nuestros dos mundos. Me gusta este lugar. Aquí solo estamos tú, yo
y nuestras almas tan llenas de cosas. De esas cosas que no son cosas, de cosas
mías que tienes tú y cosas tuyas que tengo yo. Me gusta este lugar creado
a poquitos, me gusta sentarme contigo aquí, donde para mi siempre es noviembre,
donde para mi siempre es noche de luna. Donde siempre puedo encontrarte,
hablar de las historias de nuestros mundos y de vez en cuando inventar un
poquito de ese mundo de casita de campo, con animales que nos escogieron
y cuentos que inventamos para seguir soñando. Me empeño en quedarme a tu
lado, porque Owachy solo hay uno, solo tú... y permanezco a tu lado
porque... - Owachy permanecía atento. Sabía que Snow era
impredecible en sus arrebatos. Así que aún con la apariencia impasible
permaneció atento, inmóvil, quería saber lo que la chica las plumas iba a decir
- Permanezco a tu lado porque me gusta jugar contigo. Ya no se
encuentra gente como tú. Ni como yo. Que construyan un mundo a base de
cosas que no son cosas, sino la esencia de uno mismo. Tal cual, con nuestras
luces y sombras. Sin más.
Owachy escondió su sonrisa tras una mueca expresiva. A él
también le gustaba estar en ese mundo entre mundos y encontrarla a ella con sus
piedras, con sus plumas y con sus lobos y dragones, y sus velas y sus candelas,
y con su perra y con sus cuentos, y con sus risas y sus miedos,
y con su música y con sus libros y con todas sus cosas.
Snow sintió frio, casi siempre tiene frio. A ella le
gustaba estar en ese mundo entre mundos y encontrarle a él con sus motos,
con sus amigos, y con su trabajo, y con sus despertares madrugadores, y sus
rutas, y su cueva, y su gata de callejón, y su dieta, y sus planes y sus
historias, y sus risas y sus miedos, y su música y con todas sus cosas.
Parecía tarde, ella dio un beso a la palma de su mano e hizo
el gesto de lanzárselo, él lo cogió al vuelo y tras un par de segundos el
hombre hizo rodar una piedrita, que paró a los pies de ella. La cogió y
la sopló. Pidió un deseo, ella era de pedir deseos a todo, hasta a las piedras.
La madrugada avanzaba pero aquella noche querían más tiempo
compartido.
Nieves y Roberto en cinemascope! Un abrazo para los dos!
ResponderEliminarGracias Cristina, eso de cinemascope suena muy bien :)
EliminarEsta es una de esas historias que escribimos e inventamos entre los dos.
Un besito amiga :)
Muy bonita esa historia de amor, sobre todo porque es real.
ResponderEliminarUn abrazo.
Gracias Macondo. Bueno, hay mucha más fantasía que realidad en esta historia creada entre Roberto y yo. Es una de las historias mas bonitas que hemos escrito, a mi personalmente me encanta. El amor... resulta bonito que identifiques esta creación como historia de amor. :)
EliminarUn Besito y muchas gracias por tu visita