Ha sido un mal invierno.
Tensiones personales, familiares, exceso de catarros a lo que hay que añadir el denominador común de los madrugones y de mucho de trabajo.
Este año he sido constante con el Dojo pero he ido algo dosificado.
Me duele la cadera... ay!!!, los hombros... reay!!! la rodilla... recontraay!!! y así con casi todas las articulaciones de mi cuerpo.
He sido constante, pero he entrenado al 80%, no lo he dado todo aunque en ese instante, lo he dado todo. Paradójico, no???.
Pero una vez salido del bucle de catarros, familia y tensiones, ayer que dí el 150%, mi traje me habló.
Ese traje que uso con tanto cariño, regalo de mi sensei, duro e indomable, hablaba con cada parada, golpe o patada para recordarme que no está confeccionado para ser usado al 80%.
Me contó que necesita potencia, rapidez, brusquedad y que este invierno, aunque me ha acompañado, no ha sido muy feliz, al igual que yo.
Así que ayer, mas que rojo, amoratado, salimos mi karategui empapado y yo felices del Dojo, cansados, pero sin ays!!!, reays!!! ni recontraays!!!, estando orgulloso el uno del otro.
Así que ayer, mas que rojo, amoratado, mi traje empapado, me habló.
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