Fue en un instante.
Estaba gravemente enfermo y de pronto, dejó de respirar.
Pitidos, carreras, llantos... él veía todo lo que estaba pasando desde fuera de su cuerpo y es que ese cuerpo, ya no le pertenecía.
De pronto, vio una mariposa y la tocó.
Un mundo de luces y sombras y una paz como nunca había experimentado invadió todo su ser.
Habían arroyos de aguas cristalinas, árboles altos y frondosos, prados tremendamente verdes y un camino, El Camino, su Camino.
Empezó a caminarlo y empezó a encontrarse con sus seres queridos.
Esa perra que murió envenenada fue su primer encuentro.
Fue un abrazo eterno, lleno de lametones, ansioso, lleno de amor y bienestar.
Siguió caminando. Sus amigos... el que falleció de esa enfermedad tan horrible, el que murió en ese accidente de tráfico... eran los amigos a los que hacía que no veía más de una década y estaban igual que como los recordaba, con la misma sonrisa, con la misma forma de andar y de hablar... y continuó otro tramo, con su perra, a la que tanto quiso, y encontró a su padre, haciendo crucigramas, en su mecedora, con sus pantalones cortos, y a su hermana, pintando figurillas, con su eterno paquete de ducados... y todo era paz, todo fluía como nunca jamas había fluido, en ese lugar tan hermoso, con esos seres tan queridos.
Y tuvo que regresar. Había una madre que lloraba y unos amigos a los que consolar.
Y vio un acto frío y triste y él solo pensaba, si estoy bien, si jamas he estado así, si no debéis llorar sino alegraros de que esté donde estoy...
Y decidió durante un tiempo, cuidar de los suyos en la Tierra. Tenía una madre a la que besar y unos amigos con los que estar, en sus charlas, en sus recuerdos...
Y es que el final, solo es el principio... y solo hay que estar atento, muy atento, en seguir y tocar a la mariposa.