Cuando uno tiene pocos amigos íntimos, de esos a los que llamar cuando te sientes un desgraciado, de esos que te hacen compañía en la sala del médico cuando vas solo o con los que hablas por el wasap en las comidas, cuando no te habla nadie, sientes su pérdida.
Hace mil años perdí a uno. Sin saber por qué dejamos de llamarnos y de buscarnos y nunca tuvimos la valentía de sentarnos y preguntarnos que nos ha pasado, que hemos hecho mal, porqué estamos molestos ... pero ya sabemos que para eso hay que ser muy valiente y mi amigo y yo no lo fuimos... Y aún Lo hecho de menos...
Mi segunda pérdida fue mi perra. Vivía solo con ella, dormía la siesta con ella, comía pizza con ella, tuve mil muestras de cariño y su único mal fue dejar pelos y huellas en la casa, y me tuve que deshacer, en contra de mi voluntad de ella.
Durante mucho tiempo la extrañe. Le busque una finca para que pudiera correr y ser feliz, pero siempre quiso estar en casa, en su casa, junto a mi y termino mal... yo sabía que en esa finca iba a terminar mal... y no lo quise ver...
Y mi tercera pérdida. Cuanta compañía, cuantos wasap, cuantos correos, cuanto cine on line, cuanto apoyo, cuantos buenos consejos y preocupaciones compartidas...
Quizás fuera un apoyo fantasioso, irreal, imaginario... pero los apoyos fantasiosos, irreales o imaginarios si crees en ellos, son mejores apoyos que los inexistentes y tan válidos como los existentes.
Nunca le diré a la vida que no trajo personas buenas a mi vida.
Solo le diré que no supe aprovecharlas.